Nada como un buen ambiente,
me digo al entrar a la biblioteca.
Una de las de las antiguas,
donde los libros viejos no son desechados.
Las sillas de madera recia, no como las de juguete
que cunden hoy en las bibliotecas públicas de Miami.
Anaqueles corredizos, algunos espacios
para estudiar en grupo, un perro para desestresarse,
llegado el caso.
Una sección para componer rompecabezas
y un rincón para los origamis.
Recuerdo a Elizabeth, esa maña suya
de articular papelitos como un delirio.
Recuerdo también a Sadako,
la niña de las cien mil grullas de papel
que no lograron satisfacer su deseo de sanar.
Este lugar será un buen refugio para mi hijo, pienso.
Y justo cuando llegamos a la estantería
donde cuelgan los periódicos recientes,
me sobrecojo.
Bombardean una estación de tren,
las mujeres paren carne en el subterráneo de un hospital.
Carne amada, a punto de malograrse por la guerra.
Eso es lo que vende hoy la prensa: la atracción de la carnicería.
Mi hijo pasa de largo, no lee los titulares,
demasiado absorto con la buena suerte
de este colegio que le abre los brazos pródigamente.
Desde un estante un libro me mira.
Descartes' Dream, o donde se habla de un mundo
unificado por las matemáticas.
En este mundo tal vez mi hijo se refugie
en tanto los hombres se ponen de acuerdo
si continuar o no con la vieja costumbre del canibalismo.
María Cristina Fernández nació en Santiago de Cuba, en 1970. Es autora de cuatro libros de narrativa, cuyos títulos más recientes son No nací en Castalia (Editorial Silueta, Miami, 2016) y P (Ediciones Furtivas, Miami, 2020). La editorial Casa Vacía publicó en 2021 su poemario Miracle Mile y acaba de publicar Mandorla, al cual pertenece este poema.
